Desde joven me impresionó la silueta del toro dominando el paisaje. Me gustaba, sobre todo, admirar al toro a contra luz, al atardecer. Parecía como si estuviera esperando la noche para descansar, confundiendo su figura negra con la oscuridad. Pero si la luna salía, alli estaba el toro, esperándola como ferviente enamorado.
En 2001 realicé una serie de cuadros sobre papel, lienzo y madera en los que incluyo como motivo principal el toro, como humilde homenaje a su creador, Manolo Prieto, que supo sintetizar magistralmente en una silueta negra la bravura y majestuosidad de este noble animal.
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