MARIPOSAS

Si yo tuviera un millón de mariposas (de colores)
las pediría a todas
que me dieran sus alas
para elevarme alto
y alcanzar las estrellas
para teñir mis manos en su púrpura.

Si yo tuviera estrellas
y mis manos fueran ya teñidas
tejería una túnica brillante,
con guirlaches dorados,
que poder ofrecerte
y arroparte.
Pero como no poseo
ni brillantes estrellas,
ni un millón de lindas mariposas,
te ofrezco sólo el barro
que limita mi cuerpo
y torpe lo moldea
con forma de vasija
para que en él tu bebas
y sacies tu sequía
secándome mi amor
eternamente.

(5.12.82




EL MURO

Sintiendo el amargor, reflejado en el muro
de mis ansias de amor y sed de tus encantos.
Con recuerdos de olvidos en el oscuro ocaso
que me nubla el espíritu, irremisiblemente,
me parte en dos el alma y humedece mis fuentes.

Debajo de este muro con ansias levantado,
con olores de olvido y argamasa de llantos.
Trabajado en la noche, con cantos rebuscados
con luz de pringue y hambre, de míseros amores
de adobes mal mojados y calores de olivo.

Con estas manos rudas moldeadas de barro,
con espinas clavadas, de dolor retorcidas,
ansiando las caricias al alba de los tiempos.
Con tactos inconclusos en la noche soñada,
insensibles al agua, al dolor y a las ascuas.

Una grieta se abre de la base a la cima
perdida en la mañana de la insegura mole
cuajada de ruinas y de noches amargas
de verdor de agonía y de azul de nostalgias,
de tierra mal cocida y con alma de paja.

Los hombros abatidos, dolidos por la calma
del peso de la espera y tu larga tardanza.
El corazón dolido con hambre de tu alma
acechando en la noche como llega y acaba
toda esperanza vana en reservada causa.

Con olores pretéritos de miserias de amores,
de gestación fallida y partos imposibles,
de dolor espacioso en rosario de penas,
con misterios que duelen al llegar la mañana.
tras el tapial sumido en silencios de esperas.

Paredón que circunda los confines del negro,
parcela pertenencia exclusiva de la muerte,
lleva el lomo dolido por la aguantada carga
de miserias y lodos que componen su tara,
hasta el final del tiempo, en el bruno sin alba.

La sombra proyectada en el roto tapial
con manos extendidas impetrando el perdón
de miserias pretéritas al ardor del pecado,
dolorido sainete que representa al alma
carente de cadenas, en el atajadizo.

Recuerdos infantiles al abrigo de un tronco,
con sabor a cebolla y a pan de avena y trigo,
con olor a nodriza de agriados calostros
dormidos en los sueños del enterrado invierno,
en el contorno y tapia del extremo del tiempo.

La valla protectora que ahora representas
no ofrece la defensa que un día acrisolaste
pues roto, desmochado, oscuro y si almenas,
sucumbes en la noche a trágicos temblores,
a miedos infligidos por los propios mortales.

Guardián desprotegido, ¡Oh! can desamparado
que buscas el cobijo de perdido tabuco
en recóndito espacio, en senda nunca hollada
por pisadas sutiles, de vaporosos entes
que duermen el olvido en tu enfermiza hormaza.

Ni un álamo se digna ceñir en él su sombra,
pues tan pesada carga podría lastimarle,
Por no escuchar sus gritos anunciados al aire
en anhelante súplica, agazapado, huidizo,
escondido en la sombra de la acotada cerca.

Refugio inconsistente, decaída albarrada
que atraviesan los vientos en todas direcciones,
en todos los ocasos del rayo luminoso,
que deplora a la muerte en la noche truncada
por el dolor ausente de presencias y lágrimas.

Cae tu pesada sombra sobre el camino incierto
borrando toda huella de placeres negados,
aterido yaciente en terrenal espacio
que enmudece los gritos del lapso agonizante
de una muerte anunciada: el final de un instante.

No hay camino que lleve a nadie hasta tu abrigo
las sombras son las dueñas de la mínima fronda
que esconden la maleza de espinas venenosas,
ponzoñosas saetas lanzadas por las xanas
en clandestinos vuelos y ocultos aquelarres.

Légamo cautivo, con soles desecado
de orines y añoranzas de tiempo transcurrido.
Osamenta de paja de mieses, defecada
por el castrado enteco que el amo depredó.

Estacada enhiesta que al pairo de su sombra,
en estío caliente el rústico durmió
siestas cortas, truncadas con hambre y con sudor
de sangre apelmazada en tardo corazón.

Mortecino reducto de penas y congojas,
sudario irreductible de insectos atrapados
en letal telaraña, sutilmente tejida
por habil tejedora de peludos extremos.

Envoltura terrosa exenta de tersura,
con huecos perforados por miles de erosiones
que a lo largo del tiempo han mordido tus carnes,
con miedo ineluctable, en tenebrosa noche.

Testigo reservado de lo que percibiste
sin retinas ni tímpanos, solo con tu presencia,
serviste de refugio a seres consumidos
que buscaron su cripta en leve basamento.
...
(Poesía Inacabada) Primavera del 99

EL MURO


Quisiera convertir mis manos-dedos
en sólidos pinceles
que pintaran caminos y horizontes
plagados de montañas.

Quisiera convertir mis brazos alas
y volar los caminos
viajar al horizonte,
traspasar las montañas
y tras ello... abrazarte
y entregarte mi espíritu,
para que te lo bebas,
el mismísimo día del arribo
y olvidar las montañas,
el horizonte,
los caminos,
los brazos, manos, dedos,
los pinceles y el alma.

(5.12.82)

La noche

Vago en la noche
en busca de una estrella,

Pierdo mi norte y
oculto en tus tinieblas
con reincidencia caigo.
No puedo incorporarme.

Será que ya no sirvo
para albear las sombras
de mi tediosa noche
de insomnio insoportable.
Será que ya mi meta
se vislumbra inminente
en un plazo tan corto
como súbita muerte.

Me miro y me revelo.
No puedo soportarlo.

Yo solo. Soy tan poco...
que te llamo insistente
y tu no me respondes.
Necesito tu ayuda.
Necesito tenerte.

(15.04.99)


EL YUGO


Me unciste con tu beso
de joven primavera,
en otoño pretérito,
de yugo electrizante,
con mis lágrimas secas
de sales y de agua
pero con sangre tanta
que quise responderte
y tu no me dejaste
porque temiste acaso
que algo reviviera
y pudiera abrazarte
y pudiera quererte
y al final te perdiera.

Tú el yugo y yo el uncido.
Te amaré eternamente
aunque tú no lo quieras.

(15.04.99)

LA GAVIOTA

Tu cuerpo se dibuja en la distancia
con un nimbo de plata circundado,
mecido por las olas,
por la espuma del agua abatanado
a golpes del cariño
y remembranza.

Y yo desde la orilla,
contemplándote absorto
advierto que te alejas
sin decir ni un adiós.

Pero una gaviota
con su estridente queja
me despierta del sueño
y no la veo.
Me encuentro en la penumbra
de mi cuarto salino,
completamente solo.

Quiero saber gaviota,
solo entiendo tu grito,
¿por que deshaces siempre
todas mis pesadillas?
si el despertar es sueño
y me olvido de ella.

(15.12.82)

TU PUERTO


Se alimentan de mi llanto los rosales
Se empapan de mis lágrimas los amores
Se bañan en su orilla mis deseos
y beben en su cauce mis dolores.

Mis sollozos afligen a mi alma
tristeza dolorida,
por recuerdos amargos,
en seno compasivo recogida.

El olor a la brea me lleva hasta tu puerto
envuelto en la espesura
de brumas fantasmales
y pueblan mis recuerdos
lloradas desazones
y tímidos momentos
en albo amanecer
de tiempo detenido,
de aurora no nacida.

Y este olor de la brea me transporta,
cual gaviota errática, sin rumbo conocido.
a otras tierras y aguas
con barcos carenados,
presos en tu cintura, perdidos en la noche,
que surcan otros tiempos,
dulces saladas aguas,
de Palos hasta Cádiz,
Sanlucar o Sevilla.

Abril 1999
 
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