A UN OLMO SECO


    Hace muchísimos años admiré por primera vez este espléndido olmo, cuando aun corría savia por sus venas. Debajo de sus ramas me refugié con un grupo de compañeros de colegio tras larga caminata y la sombra proyectada por sus hojas alivió nuestro sofoco.
    50 años después volví a encontrarme con él. A mi mente vino el recuerdo de don Antonio Machado que con su bello poema "A un olmo seco" , retrataba fielmente el estado que ahora presentaba.
    Busqué entre sus ramas en busca de alguna hoja verde pero mi olmo estaba completamente muerto. Me atreví, sin embargo, a formular la promesa de volver a visitarlo y contarle una vez más cuan feliz era, por si mi energía podía trasmitirle las ganas de vivir que me embargaban y, así, pudieran brotar de sus ramas esas hojas verdes que en vano había buscado.
   Cumplí mi promesa. Volví solo y triste y no pude musitar ni una palabra. Mis lágrimas se confundieron con las gotas de rocío que abandonaban sus ramas y...


no pude encontrar en él sus hojas verdes
ni pudo él ver en mí las puñaladas.




El olmo seco llora las gotas de rocio sobre la inculta tierra. 
Fotografía tomada en el Arquillo 24-04-2007

Vetustianos





Mis pasos me llevan, como todos los días, a mi estudio. Abandono mis pies a su libre albedrío pues conocen de sobra el camino. Hace frío esta mañana y la gente deambula como si tuviera prisa por hacer algo. Pese a todo, me fijo que hay personas que, desafiantes a las inclemencias se entretienen charlando en grupos hablando de mil cosas que a escuchar no alcanzo. Alguien me ve y cuchichea con sus contertulios, y estos miran sin el menor disimulo cuando paso junto a ellos. Reconozco en ellos a mi ciudad de Vetusta.
 
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